Hay derrotas dolorosas, injustas, frustrantes o desquiciantes. La derrota del Almería fue una derrota constructiva. Ha marcado un punto de inflexión que ha terminado de fortalecer al grupo dirigido por Iñaki Alonso. La mala puntería y estas cosas que tiene el fútbol, con un buen trabajo no se garantiza la victoria, hizo que en Almería se perdiera un partido tras una jugada aislada local y después de haber fallado un penalty en una tarde de dominio y ocasiones granas.
Tras Almería, cinco victorias consecutivas. ¿Qué ha cambiado en estos cinco partidos? Prácticamente nada. Durante cinco partidos y a excepción de la pajara del segundo tiempo en Santo Domingo, el Real Murcia ha jugado a un magnífico nivel, no muy diferente del que se vió contra el filial almeriense.
En esta época complejos madrid-culeistas, la obligación de ganar por goleada todos los partidos se ha convertido en una norma para muchos, mas si le añadimos la costumbre murciana de valorar mas lo de fuera que lo de casa y sacar el pañuelo y los pitos a las primeras de cambio. Todo esto mezclado con una paupérrima prensa local con aires de grandeza, llena de plumillas y becarios con aspiraciones grandilocuentes. Salvo honrosas excepciones, el resto nada en la mezquindad.
A principio de temporada cualquiera firmaba estar a siete partidos del final con 3 puntos de ventaja sobre el segundo, siendo el mejor equipo en puntos de los 4 grupos, la mejor defensa, el segundo mejor ataque y metiendo una media de 7.000 personas en una categoría tan denostada como la Segunda B. Sin ir mas lejos, el sábado, en el Cartagonova apenas superaban los 6.000. Parece que esto no es suficiente, hoy alguna radio autonómica decía que goleada gracias a la expulsión y poco más, algún periódico de gran tirada regional hablaba de futuro complicado.
Los números del Real Murcia en los últimos cinco partidos son inmejorables, 16 goles a favor y 1 en contra. Llevamos los mismo puntos que a estas alturas en la primera vuelta. Lo vergonzoso es que alguien se proponga cuestionar el trabajo de este grupo y la fe de una afición que nunca ha dado de lado a su escudo y sus jugadores. Iñaki ha aprendido rápido lo que es Murcia, para lo bueno y para lo malo. El equipo está por encima de todo, unido, con fe y con ganas de devolver a esta bendita ciudad a Segunda División.
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